Pido al cielo ahora
que me refresque la memoria,
en mi programa y en su historia
nunca tuve operadora.
La única operadora
cuyo recuerdo me enaltece
es la que me decía la hora
marcando el 113.
La pucha, esa voz seductora
me cambiaba el mundo
informándome la hora,
los minutos y segundos.
Totalmente enamorao
de esa voz radifónica,
cual cohete disparao
fuí hasta Telefónica.
Me presenté al instante
en las lujosas oficinas,
facón en mano
y con voz tronante
exigí ver a mi china.
De modo muy sencillo
apareció un vigilador
que me dijo: "Por favor,
acompáñeme al pasillo."
Si supiera la sorpresa,
qué disgusto me llevé,
por eso se lo cuento a usté
con la mayor franqueza.
Amalaya, que suerte ladina,
que puñalada traidora,
descubrí que mi amada china
ERA UNA COMPUTADORA!
Por la vergüenza, paisano,
me rajé a tuita prisa,
la empresa cerró temprano
por morirse de la risa.
Aprendida la lección
y de la forma más chancha
preste mucha atención
a este final con revancha.
Con otra china saldré a cenar
cuando cobre mi aguinaldo,
ja! la tengo en mi celular,
es la que me dice el saldo.
-D.W.-
-D.W.-